martes, 9 de febrero de 2016

La maldición de la familia Burr (4)

Debora despertó poco a poco, otra vez se había desmayado, pero a diferencia de la ocasión pasada, esta vez la situación se veía peor, no lograba distinguir absolutamente nada, todo estaba en completa obscuridad y el lugar en el que estaba apestaba, lo único que recordaba era estar muy contenta y ver como sus sueños se hacían realidad, cuando de repente vio un rostro horrible, no sabía lo que era, pero era tan horrible que se había desmayado del susto nada mas de verlo, era una criatura indescriptible, una bestia que no se parecía en nada a lo que hubiera visto antes, ni siquiera en películas de terror o ficción.
Aun un poco desorientada Debora se levantó y se puso a gatas, gateo un poco por el lugar intentando encontrar una salida, el olor era insoportable, tenía que encontrar la forma de salir de ahí pronto y regresar sino a su casa, al menos a un lugar decente o donde pudiera encontrar quien la ayudara, ahora que recordaba eso era precisamente lo que estaba haciendo antes de perderse en sus propios sueños y sentirse en el paraíso, tan solo para bajar la guardia y ser atacada por una bestia   irreconocible.
Mientras avanzo un poco más el olor comenzó a ponerse más intenso, ya no lo soportaba, tenía un dolor en la cabeza, tal que sentía que explotaría en cualquier momento, al seguir avanzando a gatas, sintió como su brazo derecho choco con algo baboso y viscoso, entonces escucho el rugir de una animal y vio unas llamas de fuego que le permitieron darse cuenta de la situación en la que estaba, se encontraba en una cueva y al parecer era la cueva de la bestia que había visto antes de desmayarse. 
Debora trago saliva y con todo el temor que jamás había sentido antes intento rodear a la bestia, con cada movimiento que daba la bestia soplaba más fuego, al parecer aún estaba dormida ya que aún no había visto sus horripilantes ojos color amarillo, la bestia media más de 2 metros y ocupaba todo el ancho de la cueva, tenía la piel viscosa y babosa en tonalidades café con verde.
Lentamente Debora logra dejar a la bestia atrás y continua avanzando por la cueva, llega a un pequeño lago o algún estanque, no podía saber con exactitud de que se trataba, ni que tan profundo seria, pero no tenía opción, no podía ver nada y tenía que salir de ahí por lo que sigue avanzando a gatas, al avanzar un poco siente como su mano comienza a hundirse, intenta jalarla con la otra mano, pero lo único que logra es hundirse más, al quedar únicamente en dos apoyos termina hundiéndose por completo.
Debora intenta nadar para salir a flote y después de nadar con todas su fuerzas logra salir a la superficie, al salir lo primero que ve es al venado que se había encontrada cuando por primera vez a aprecio en ese lugar.   El venado movía la boca como si estuviera hablando pero Debora no le entendía absolutamente nada, entonces el venado al percatarse del desconcierto de Debora, deja de hacer ruido y mover la boca y mira fijamente a los ojos a Debora.
“¿Eres devora la hija de Sofía no?” le transmite mentalmente el venado, Debora voltea pálida en todas direcciones buscando una respuesta, pero no ve a nadie más “sí, soy yo el  alfecipe que tienes enfrente”
–¿Alfecipe? Eres un venado
“Aquí nos llamamos alfecipes” se voltea y trae una vara de madera y la acerca a Debora “Tómala con fuerza, te ayudare a encontrar a Sofía”
– ¿Sofía? ¿Mi hija está aquí? ¿Se encuentra bien?
“ch guarda silencio el bumangon puede escucharnos y si tu esta se encuentra bien”
– ¿Esa cosa asqueroso es un bumangon?
“si y es más peligroso que asquerosa, así que lo mejor será que no hables y te comuniques conmigo por medio de tus pensamientos o podría despertar y entonces si no la contamos “
–pero eso es imposible, no podré comunicarme contigo de esa manera, eso de la telepatía no es lo mío.
“ya lo estás haciendo y por cierto, no soy raro, aquí todas las especies hablan hasta los gusanos que hay en la tierra y todas las plantas, solo tienes que pensar en algo y yo te escuchare”
“quiero salir de aquí, quiero ver a mi hija”
“Bien hecho eso haremos, ahora anda sujétate con fuerza de la vara”
Debora logra salir del pozo de agua en el que cayó y continúa avanzando siguiendo las indicaciones del alpecife, después de gatear por más de media hora, debora y el alpecife por fin ven la luz, Debora emocionada comienza a avanzar hacia el exterior dejando detrás al alpecife
“espera, toma la vara o caerás, te columpiare hasta que puedas caer sobre esa roza que ves allá” 

Mientras el alpecife se esfuerza balanceando con la vara en el hocico, siente como una sustancia viscosa cae sobre su lomo, voltea de reojo sin soltar la vara y ve las garras y colmillos del bumangon  acercarse hacia él, el alpecife grita de dolor al sentir la mordida y las garras, Debora escucha al alpecife gritar y cae.   

[capítulo 5]

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