El despertador no paraba de sonar
y yo no podía moverme, me dolían hasta las pestañas y sentía mi cabeza a punto
de explotar, no era la primera vez que me sucedía algo así. Otra vez había
tenido esos sueños extraños. Como pude me levante y me metí a bañar, hasta el
contacto de las gotas de agua tocando mi cuerpo me provocaba un dolor
insoportable. Me puse unos vaqueros, una
playera y unos zapatos deportivos, no me esmere en peinarme, una coleta de
caballo y listo, preferí no mirarme en el espejo. Baje las escaleras lentamente
como pude.
Cuando mi madre me miro se tapó
la boca horrorizada y comenzó a llorar desconsolada
-¿Qué te ha pasado hija? –
pregunto con la voz entrecortada
-Nada – conteste yo muy tranquila
-¿Por qué lo preguntas?
-Tu cara – dijo mientras se
limpiaba las lágrimas y trataba de tranquilarse
-¿No te has visto en un espejo? ¿A dónde has ido anoche?
De inmediato subí a mi recamara
y me mire en el espejo del baño, no era
posible lo que estaba viendo, ahora entendía la expresión de mi madre. Estaba
llena de moretones, mis ojos estaban completamente rojos, tenía una herida en
toda la frente, otra herida en forma de la letra A en la mejilla derecha y para
terminar dos chichones que parecían cuernos en la frente.
Ni de broma iría así a la
universidad, intentare maquillarme pensé y usare lentes oscuros, me veo peor
que una drogadicta. Mientras me maquillaba de la mejor manera posible, mi madre
subió, ya sabía lo que me esperaba un interrogatorio peor que el de un agente
del FBI o la CIA.
-¿En dónde te has metido anoche
Dinora? – Pregunto mi madre muy enojada –mira cómo te han dejado.
-No lo sé, no Salí de casa en la
noche, mamá – conteste molesta – a las 10:30 ya estaba dormida.
-¿Y Como explicas esa cara? ¿De seguro fue ese
noviecito que tienes? ¿Cómo dices que se llama?
-se llama Saúl y él no tiene nada
que ver en esto.
Termine de maquillarme y me puse
un parche en la frente para cubrir los chichones, ya no me veía tan mal, deje a
mi madre hablando sola y Salí corriendo a tomar el autobús rumbo a la
universidad.
Desde que subí al autobús note
que todos me miraban muy raro y como no, a pesar de todo el maquillaje algunos
moretones y sobre todo las heridas seguían a la vista, afortunadamente nadie
pregunto nada, pero en la universidad me esperaba otra cosa y así fue, en
cuanto entre a la primera clase note todas las miradas sobre mí, además llegue
tarde.
Clementito como le decíamos al
profesor de cálculo, no dejaba de mirarme, sabía que algo me había pasado y mis compañeros de clase no disimulaban para
nada sus miras, los chichones en mi frente fueron el centro de atención en toda
la clase, aún faltaba poco más de un mes para el fin del semestre y yo ya no
podía faltar ni una vez más y por si fuera poco tenia examen a la tercer hora.
En cuanto sonó el timbre Salí
corriendo del salón directo al baño, tenía que pensar en una muy buena excusa,
nadie me creería que amanecí así solo porque si y caerme se las escaleras no
era opción.
Cerré la puerta de la taza del
baño, baje la tapa y me senté en ella con las piernas entre mis brazos, no sabía
qué hacer, no sabía que decir. Escuchaba los pasos de mis compañeras y lo que
decían sobre mí.
– Su novio la golpeo de seguro
– No creo, es muy rara, pero no
dejada
– ¿En dónde se habrá metido? –Pregunto
Lucia a las demás – miren por debajo de las puertas –les ordeno – no pudo ir
muy lejos.
Contuve la respiración y me
asegure de no hacer ruido alguno, solo esperaba que no se les ocurriera mirar
por arriba, aun no tenía idea de que decir cuando preguntaran. Afortunadamente
se fueron, tendría que esperar ahí un poco más y entrar a la clase justo en
timbre, justo con el maestro, ya no podía entrar tarde y si llegaba antes, me
acosarían pero que mi madre.
Durante el día pude librarme de
todos, no hable con nadie, pero llegando a casa me esperaba algo peor, mi padre
y mis hermanos, de seguro mi mamá ya les ha contado y dado detalles de mi
rostro.
Odiaba las noches, prefería no
dormir nunca, no era la primera vez que me pasaba, soñar con dragones, bestias
extrañas que nunca en mi vida había visto y sobre todo vestir de esa manera tan
extraña.
Al parecer hoy era un día de
suerte, ni mi papa, ni mis hermanos estaban en el comedor, así que corrí a la
cocina me serví un plato de espagueti, un poco de jugo y corrí a mi cuarto.
Cerré la puerta con seguro y ahí me quede hasta el anochecer.
Cerré los ojos………………… [Capítulo 2]
Interesante historia, muy conmovedora
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